Niños sobre-regalados y sobrealimentados, fiestas a las que no nos apetece ir y vamos por compromiso, esa penúltima copa que sabemos que no deberíamos tomarnos pero es que nos han invitado, favores que nos piden y no nos atrevemos a negarnos. Estas son algunas situaciones cotidianas en las que desatendemos nuestras propias necesidades, lo que nos pide el cuerpo. Y es que decir que “No” y poner límites da mucho miedo. Para entender por qué nos cuesta tanto decir “No” y aprender cómo poner límites, es necesario que nos remontemos a nuestra infancia.

Dependemos de nuestros cuidadores para sobrevivir

Durante nuestra infancia, nuestra supervivencia depende de los cuidados de nuestros padres y otros cuidadores. En un mundo con un sistema basado en el consumismo, las relaciones superficiales y un ritmo frenético de vida, es común que nuestros padres estén estresados, saturados y, en definitiva, poco disponibles emocionalmente. Esto unido a los propios traumas que arrastran, frecuentemente lleva a grandes dificultades para estar en sintonía con las necesidades de los niños y niñas.

Reprimimos nuestra autenticidad para no perder el amor

Como necesitamos a nuestros padres para sobrevivir, aprendemos desde muy pequeños a valorar rápidamente qué podemos expresar y qué no, pues cuando se le dice a un niño o a una niña que no moleste, que estamos muy ocupados, el niño o la niña lo que entiende es: “si me comporto de esta manera no me quieren y si no me quieren me puedo morir”.

Se trata de un proceso inconsciente de adaptación. No es algo que elijamos conscientemente tras analizar los datos de la realidad, igual que la reacción de unos padres estresados no es una decisión consciente. Sin embargo, estos mensajes y sobre todo el contenido no verbal de los mismos calan profundamente en los niños, llevándoles a reprimir sus necesidades por el miedo a perder el amor de sus cuidadores.

¿Qué tiene esto que ver con que de adultos nos cueste decir que no?

Todas estas experiencias se van acumulando en la mochila que cargamos y que contiene todas las experiencias de nuestra vida, las recordemos o no. Cuando una situación del presente contiene elementos que nos recuerdan a este pasado y no lo tenemos resuelto, automáticamente tendemos a comportarnos como en el pasado, no sintiéndonos con derecho a expresar lo que necesitamos.

Además, debido a esta mochila que cargamos, muchas personas viven el “No” como un abandono, sintiendo que no les estamos teniendo en cuenta. Pueden decidir dejar de relacionarse con nosotros y esto da mucho miedo, sobre todo en el caso de las relaciones que más nos importan. Por tanto, es lógico que cuando tenemos mucho miedo, reprimamos nuestra necesidad.

¿Qué consecuencias tiene no decir “No”?

 

El problema es que, al no tenernos en cuenta, terminamos pagando un alto precio: rencor, desconexión con los demás y con nosotros mismos, dolores de cabeza, insomnio, ansiedad, depresión, etc. En palabras de Gabor Maté: “Paradójicamente, aquello que hacemos para no perder el vínculo nos lleva a sentirnos alejados y desconectados”.

A pesar de ya no ser aquel niño o aquella niña que no podía expresar determinadas cosas porque cuando lo hacía sus padres conectaban con sus propios asuntos no resueltos y rechazaban esta parte suya, de adultos, cuando objetivamente nuestra supervivencia no está en peligro, seguimos actuando inconscientemente desde el miedo que teníamos de pequeños.

Un ejercicio práctico para darnos cuenta de cuándo nos sucede esto

En primer lugar, es muy importante que el siguiente ejercicio lo abordes con una actitud abierta, compasiva, libre de juicios y críticas hacia ti. Se trata de un ejercicio para conocerte mejor. Recordemos que se trata de patrones de comportamiento que desarrollamos cuando no teníamos otra opción y que están muy arraigados en nuestro cerebro. Es decir que no lo elegimos conscientemente. No es necesario que te culpabilices por ello, todos lo hacemos.

Piensa en una situación reciente en la que tu cuerpo te pedía negarte a algo y, sin embargo, acabaste cediendo, ignorando tu necesidad auténtica. Tómate un tiempo para contestar a estas preguntas:

¿Cómo podemos dejar de caer una y otra vez en esto? 6 claves para aprender a decir “No”

  1. Aceptar que cuando actuamos reprimiendo nuestras necesidades no lo elegimos de manera consciente: Hay una historia llena de experiencias desagradables o incluso traumáticas detrás de ello.
  2. Por tanto, es importante agradecerle a esta parte nuestra que nos haya protegido de la pérdida de vínculos que eran muy importantes para nosotros. Entra aquí para saber más sobre la función protectora de nuestros síntomas.
  3. Aceptar que habrá personas que no acepten nuestro cambio: la posibilidad de perder relaciones o, al menos, de que éstas cambien, siempre está y esto provoca mucho miedo, tristeza, rabia, que necesitan ser debidamente atendidas.
  4. Darnos cuenta en qué momentos y con qué personas nos cuesta decir “No”
  5. Profundizar en ello y resolver lo que hay detrás: De esta manera, poco a poco, vamos dejando de reaccionar al presente como si fuera el pasado, dejando de sentirnos como aquellos niños que fuimos y empezando a sentirnos como adultos con derecho a decir “No”.
  6. Incorporar el permiso de decir “No”: Se trata de una actitud muy diferente al “egoísmo”, puesto que cuando empezamos a resolver nuestros asuntos, aparece nuestra verdadera naturaleza, que es solidaria, respetuosa y compasiva. Es decir, que podemos negarnos a algo que nos piden teniéndonos en cuenta a nosotros y a las personas que nos lo piden.

Uno de los mejores ejemplos lo vemos en la relación con los hijos. Como adultos, sabemos que hay determinados momentos en los que es bueno y protector decir “No” a los hijos. Es normal que a los hijos no les guste, se enfaden, lloren, etc., y aquí es donde es importante que resolvamos aquello que nos dificulta tolerar estas emociones en los hijos, para poder ponerles límites desde el amor.

¿Cómo se consigue esto?

Para llevar a cabo este proceso, es fundamental contar con un acompañamiento psicoterapéutico profesional, compasivo, libre de juicios, respetuoso y protector. No olvidemos que nuestros problemas se originaron por experiencias de falta de compasión, juicio, falta de respeto y falta de protección. Cualquiera de los terapeutas del Instituto Galene Las Rozas puede acompañarte en este proceso, ayudándote a poner los límites en tu vida que necesites.

Beneficios de llevar a cabo este proceso

2 comentarios

  1. Algo esencial empezar a respetarnos a nosotros mismos y que, por desgracia no es fácil de incorporar siendo adulto. Para eso indispensable acompañamiento profesional como el vuestro!

    Un abrazo grande

    1. Efectivamente, llevamos tantos años repitiendo las mismas dinámicas que cuesta mucho darnos cuenta y cambiar aquello que nos hace daño. La buena noticia es que como todo esto se generó por experiencias en las que no nos sentimos aceptados tal y como somos, con permiso para sentir y expresar, también podemos ir revirtiéndolo mediante relaciones en las que sí nos sintamos aceptados, valorados y con permiso para mostrarnos tal y como somos. La plasticidad cerebral es una buena aliada en este sentido. Gracias por tus palabras.

      Un abrazo!

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *