Ante la noticia que conocíamos hace tres días sobre la sentencia en el caso de la manada, sentimos la necesidad de hacer algunas aclaraciones sobre la importancia del consentimiento en las relaciones sexuales y sobre nuestras respuestas naturales en situaciones de miedo intenso. Hemos oído con frecuencia la frase “No es no” en relación con el consentimiento en las relaciones sexuales. Para enfatizar aún más la importancia de este concepto y que no quepan interpretaciones ambiguas, nosotros incluimos en ese “No es no” aquellas situaciones en las que es el cuerpo el que lo expresa. Es decir, que no es necesario decir “No”, ni tampoco defenderse activamente para hablar de relación sexual no consentida.

Cómo reaccionamos los humanos cuando tenemos miedo

Los humanos, al igual que todos los animales, tenemos un instinto básico de supervivencia. El miedo es una emoción adaptativa que nos alerta sobre un posible peligro. En función del peligro y de nuestras capacidades para hacerle frente, se pone en marcha la estrategia con mayores garantías de éxito. Hay tres tipos de respuesta posible ante un peligro:

Estamos acostumbrados a oír hablar del mecanismo de lucha/huida, pero cabe una tercera posibilidad que no podemos olvidar. Cuando no hay escapatoria ni posibilidad de luchar, la opción más segura es la parálisis o congelación.

Un ejemplo del reino animal son los ratones. Cuando un gato ha conseguido atraparlos y los zarandea, automáticamente se paralizan, de manera que se abre la posibilidad de que el gato pierda el interés y el ratón pueda escapar.

El mecanismo de Parálisis/Congelación no es un mecanismo mediado por una decisión consciente. Es una respuesta automática de nuestro organismo cuando no podemos luchar ni escapar.

Qué relación tiene esto con el juicio a “la manada”

Según la ley, la diferencia entre abuso sexual y agresión sexual radica en que haya habido intimidación o violencia.

En este caso, para determinar si se dieron estos agravantes, se ha puesto el foco en la víctima. Al no percibir una resistencia activa por su parte (es decir, lucha o huida), se ha considerado que no hubo intimidación o violencia. Parece ser que este hecho ha influido notablemente en la sentencia, concluyéndose que se trata de un delito de abuso sexual y no de agresión sexual.

Podríamos debatir si es correcto y adecuado poner el foco en la víctima para determinar si un acto conlleva violencia o intimidación, pero no es el objetivo de este artículo.

Queremos centrarnos en hacer hincapié en que ante un peligro no siempre reaccionamos luchando o huyendo.  Frecuentemente, nos paralizamos y el sistema judicial debería estar al corriente de esta posibilidad.

Que una persona no se defienda o huya del peligro, no implica que no esté sufriendo ni que haya consentido lo que le está ocurriendo. Significa que su organismo reconoce que la lucha o la huida son más peligrosas que la congelación. Por ello, se produce un estado de parálisis e inmovilidad. Esta situación suele darse precisamente en aquellas situaciones en las que el miedo es extremadamente intenso. No se trata de una respuesta consciente, sino de un mecanismo de supervivencia automático de nuestro organismo.

Por ello, resulta difícil (y, en nuestra opinión profesional, equivocado) concluir que la ausencia de resistencia activa implique que no hubo intimidación o violencia. Es más, desde el punto de vista psicológico el hecho de ser invadido físicamente, especialmente de manera sexual, resulta siempre atemorizador. Quizás el error sea considerar que en algunas ocasiones estos actos pueden resultar intimidatorios y en otras no. Volvemos a repetir: desde el punto de vista psicológico, si se nos invade, especialmente de manera sexual, tendremos miedo y nos sentiremos intimidados.

Consecuencias psicológicas de una agresión sexual

Una vivencia de este tipo, en la mayoría de los casos, resulta extremadamente traumática. Cualquier tipo de invasión y abuso puede producir un trauma psicológico. Sin embargo, la gravedad de este trauma es mucho más severa cuando la víctima se siente desprotegida tras lo ocurrido.

Algunas de las consecuencias psicológicas de un trauma pueden ser:

En este caso se han escuchado juicios morales y desvalorizaciones de la víctima, que aumentan la sensación de desprotección y culpa. Si a esto le añadimos una desprotección institucional, por parte del sistema judicial, la probabilidad de traumatización aumenta.

Cuando hemos sufrido un suceso con potencial para resultar traumático, necesitamos: comprensión, ausencia de juicios y protección.

Somos muchos los psicólogos que hemos insistido en que el famoso “No es no” también incluye aquellos casos en los que es el cuerpo el que lo expresa a través de la congelación. Esperamos que la justicia tenga en cuenta que la parálisis entra dentro de las posibilidades cuando sentimos un miedo intenso. Así mismo, esperamos que se tome conciencia de las consecuencias que puede tener la sensación de desprotección para una víctima.

Nosotros sí te creemos.

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